El desarrollo de la lectura y de la escritura constituye un gran reto y a su vez una aventura para quien aprende y para quienes se encargan de compartir e impartir esa enseñanza.
Y es que a través del tiempo se han empleado distintos métodos para la enseñanza de la lectoescritura, cada uno ofreciendo aportes significativos en la evolución metodológica.
Algunos ejemplos de ellos –por mencionar algunos– son el método alfabético donde predomina la memorización frente a la comprensión; el método fonético donde se aprenden primero las vocales y consonantes o el silábico; en el que predomina el aprendizaje de las vocales antes de comprender su combinación con las consonantes (pa, pe, pi, po, pu).
Considerando lo anterior, es indispensable para quien enseña, conocer cómo se llevan a cabo los procesos y las distintas metodologías; para así, a partir de los conocimientos e ideas previas de los estudiantes, propiciar actividades que los favorezcan y sean significativas, respetando los ritmos de cada niño en un clima divertido y ameno.
Consideramos el juego como una de las estrategias más efectivas para la mediación del aprendizaje de la lectura y escritura, ya que las actividades que se realizan entre pares benefician la construcción del aprendizaje.
El dibujo es una actividad lúdica y otra estrategia que aplicamos; es una herramienta utilizada desde temprana edad, pues permite comunicarse con los demás y resulta ser lo primero que leen los niños.
En este punto nos referimos a motivar a los pequeños a expresarse oralmente, que ellos cuenten sus vivencias; de esa manera, los motivamos a que representen pensamientos y sentimientos en diversos tipos de texto como:
👉🏻 Es fundamental que el alumno utilice estos recursos para su libre expresión y a su vez ir acercándolos a los signos escritos y a su dominio.
También es importante mencionar que tanto el contexto social y educativo, como la curiosidad del niño pueden aproximarlo a obtener información y apropiarse de conocimientos como un proceso natural en actividades cotidianas.
Así se logra que desde pequeños comiencen este proceso a través de gestos, balbuceos, juegos, etcétera. Posteriormente se continua con la adquisición del lenguaje para después lograr de manera formal la lecto-escritura, finalizando con el dominio para comprender y producir textos escritos. (Montealegre y Forero, 2006).
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